Es una fundación de base cristiana dedicada a ayudar a comunidades desatendidas en los Estados Unidos, el Caribe y las Américas. Inspirados en el ejemplo de Jesús, nuestro objetivo es servir sin fronteras y expandir nuestro impacto a nivel global, creyendo que juntos podemos hacer del mundo un lugar mejor.
Como muestra el pasaje bíblico de los panes y los peces (Mateo 14, 15-21), Jesús nos muestra su amor por todas las personas al pedir a sus discípulos que no dejen a nadie sin comer. Los discípulos sabían que no tenían suficiente para todos, pero Jesús les mostró que siempre tenemos algo que compartir y que lo que se da de corazón siempre se multiplicará de una manera incomprensible para los humanos. Es la ley de la siembra y la cosecha.
La Fundación Ebenezer para las Naciones entiende muy bien la lección de Jesús y con la ayuda de voluntarios y donantes, hemos trabajado sin parar desde 2015.
Nuestro principal objetivo es proporcionar ayuda a quienes viven en circunstancias desafortunadas, suplirlos física, emocional y espiritualmente para que puedan superarlo todo a través del amor de Dios.
Ebenezer Para Las Naciones ayuda a los sectores desfavorecidos de Estados Unidos, las islas del Caribe, Sudamérica y Centroamérica. También tenemos planes de expandirnos a todos los demás continentes. La motivación para llegar a todos los necesitados se basa en nuestra creencia en el Amor de Jesús, que nos inspira en todo lo que pensamos, decimos o hacemos.
Y para hacer del mundo un lugar mejor, es necesario dejar que la gracia de Dios se manifieste a través de las acciones de sus hijos, por eso es necesario contar con manos como la tuya y la nuestra, dispuestas a sumarse a nuestro proyecto.
Desde mi infancia en Puerto Rico, me enfrenté a retos que marcaron mi vida. Viví situaciones difíciles y necesidades básicas como la falta de comida, ropa y zapatos. Mis compañeros y profesores no valoraban mi situación, y a los once años, cuando mis padres se divorciaron, las dificultades en casa aumentaron.

Recuerdo un momento especialmente duro, cuando un desconocido nos trajo pan dañado y algo de chocolate, que fue todo lo que comimos durante varios días. Sin embargo, lo que el enemigo toma por mal, Dios lo convierte en bendiciones. Cuando tenía quince años, viví uno de mis mejores recuerdos: un buen samaritano se presentó la víspera de Acción de Gracias con un camión cargado de comida. Fue un momento tan emotivo que mi madre, Rosalía Burgos Álamo, derramó lágrimas de alegría. Ese acto de generosidad dejó una profunda huella en mi vida, y siempre estaré agradecida por el ejemplo de mi madre, que a pesar de todas nuestras dificultades, siempre encontraba la manera de bendecir y ayudar a los demás.
Con el paso de los años, conocí a un hombre maravilloso, mi marido Ángel Rosado, que me apoyó para completar mis estudios universitarios de Educación Primaria. Decidí seguir esta carrera con el deseo de ayudar a los niños que, como yo, han vivido situaciones difíciles. Cuando nos mudamos a Estados Unidos, tuve la oportunidad de convertirme en profesora de español y ayudar a estudiantes indocumentados proporcionándoles material escolar básico.
Junto con mi marido, empezamos a bendecir a familias necesitadas, especialmente en Acción de Gracias, distribuyendo alimentos a quienes más lo necesitaban. Ambos compartíamos la misma visión de ayudar a los más vulnerables y, con el tiempo, Dios unió nuestras almas con un propósito común. Así nació nuestro ministerio secreto para apoyar a las familias de bajos ingresos e indocumentadas.
Nuestro trabajo fue creciendo y, con el tiempo, nos unimos a proyectos como Operación Niño de la Navidad y colaboramos con organizaciones que construyen casas en la República Dominicana.En 2015, una hermana de nuestra iglesia nos habló de la necesidad de ayuda en El Salvador, su tierra natal, y no lo dudamos: recogimos alimentos y ropa para enviarlos.Mi esposo y nuestro hijo viajaron a esa hermosa tierra, y su experiencia transformó nuestras vidas para siempre.
Tras años de oración y servicio, en 2020, durante la pandemia de Covid-19, comprendimos con mayor claridad nuestra vocación.Todas nuestras experiencias anteriores nos prepararon para materializar una idea que nació en la mente de Dios y se plantó en nuestros corazones.
Hoy, con su apoyo, estamos preparados para ampliar nuestro alcance y seguir llevando ayuda a las zonas más necesitadas del mundo.Cada acto de bondad tiene el poder de transformar vidas, y juntos podemos marcar una diferencia aún mayor.
Historia de una cofundadora: Diana CintrónCrecer en una familia con necesidades básicas, como la falta de alimentos y enseres domésticos, marcó profundamente mi vida. Esa realidad despertó en mí una pasión inquebrantable por ayudar a los que más lo necesitan. Recuerdo que, a los ocho años, a pesar de vivir en la austeridad, tuve el privilegio de llevar dos latas de tomates a una recaudación de fondos en mi escuela. Aunque era poco, significó mucho para mí, porque pude tender la mano a los demás y hacer honor a las palabras que mi madre siempre me repetía: «Ayuda siempre, porque hay gente que necesita más que tú».
A lo largo de mi juventud, seguí enfrentándome a circunstancias difíciles, como ver a dos seres queridos quedarse sin hogar debido a la drogadicción. A pesar de estas pruebas, el deseo de ayudar a los abandonados, los maltratados, los sin techo y las viudas siguió siendo fuerte en mi corazón. Inspirada por las enseñanzas de Jesús en la Biblia, intenté vivir según la «Regla de Oro» de Mateo 7:12: «Por tanto, haced en todo lo que queráis que los demás hagan con vosotros…».
Hoy dedico mis días a recoger ropa, alimentos y artículos de primera necesidad para enviarlos a los desfavorecidos. También apoyo a personas que luchan contra enfermedades como el Covíd-19, la demencia y el cáncer terminal, pero mi mayor pasión es ayudar a los sin techo. Cada acto de servicio me recuerda que el amor y la compasión son el verdadero motor del cambio.
Mi compromiso es seguir siendo una mano amiga para quienes más lo necesitan, y junto con quienes comparten esta misión, creo que podemos marcar una verdadera diferencia en la vida de muchas personas.
«12 Así que, en todo, haced a los demás lo que queréis que os hagan a vosotros…» (Mateo 7:12)
En el barrio Ceiba de Cidra, todos conocían a una mujer pequeña de estatura pero gigante de corazón. Mi madre, Rosalía Burgos Álamo, o como la llamaban cariñosamente, Doña Rosa. Su pelo negro y su mirada profunda hablaban de una mujer que no necesitaba muchas palabras para transmitir su fuerza, su amor y su sabiduría.
No tenía mucha escolaridad, pero su sabiduría superaba la de cualquier académico. Mamá tenía un don único: veía a los demás con los ojos del alma. Para ella, nadie era invisible, especialmente los pobres y los necesitados.
Era una luchadora infatigable. Si hacía falta algo en casa, encontraba algo que vender o buscaba una solución. Pero su mayor riqueza no estaba en lo que podía ganar, sino en lo que siempre estaba dispuesta a dar. Ayudar era su lenguaje, su misión, y lo convirtió en un legado que ahora perdura en esta fundación.
Recuerdo cómo disfrutaba viéndome ayudar a los demás. Me miraba con orgullo y siempre me decía: «Hija, nunca dejes de ayudar a los pobres». Esas palabras no solo se quedaron en mi corazón; se convirtieron en mi brújula, en mi propósito.
Hoy, la Fundación Ebenezer para las Naciones es mucho más que una organización. Es una extensión de su corazón, un tributo a su legado. Cada comida que servimos, cada abrazo que damos y cada vida que tocamos llevan su esencia. Porque, aunque ella ya no esté físicamente conmigo, su espíritu vive en cada acto de amor que hacemos.
Mamá, te quiero, te echo de menos y quiero que sepas que esta fundación también es tuya. Lo que soy hoy, lo que hacemos hoy, es gracias a ti. Tus valores, tu amor por los necesitados y tu ejemplo de lucha y dedicación son mi legado de paz.
Fuiste como un faro, mamá, pequeño en tamaño pero capaz de iluminar con tu luz los rincones más oscuros. Gracias por enseñarme a mirar más allá de las apariencias y ver el corazón de los demás. Sin ti, no sería la Janet Rosado que soy hoy.
Este espacio, esta misión y cada sonrisa que creamos son un tributo a ti, Doña Rosa. Siempre serás el corazón de este legado.
Con todo mi amor,
Tu hija, Janet Rosado
Trabajamos para construir un mundo mejor, donde la generosidad y el amor fraternal siempre estén en el centro. Estamos dedicados a empoderar física, emocional y espiritualmente a quienes más lo necesitan, guiados por la fe, la esperanza y el amor, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Para ayudar a crear un mundo mejor donde todas las necesidades humanas sean una preocupación para todos nosotros y nos permita caminar en la misma dirección, con el fin de darle a cada uno de nosotros un sentido de nuestro propio valor.
Alcanzar a más personas en todos los continentes.
a través de nuestros programas.
en las comunidades identificadas.
a nuestros voluntarios.
para muchas familias vulnerables.
Nos dedicamos incansablemente al bienestar de quienes más lo necesitan, proporcionando apoyo y esperanza con cada esfuerzo. Con amor y compromiso, marcamos una diferencia positiva en nuestras comunidades. Nuestro propósito es ser instrumentos de paz y caridad, reflejando los valores cristianos en cada acción que emprendemos.
La fe es un valor indispensable que nos sostiene, nos ayuda a confiar en Dios en medio de la incertidumbre y fortalece nuestra creencia en los demás, en las enseñanzas de la Biblia y en Su perfecta voluntad. En Ebenezer For The nations, vivimos nuestra fe de manera activa a través del trabajo en equip, sabiendo que juntos podemos alcanzar metas más grandes y obtener mejores resultados, tal como nos enseñó Jesús. Nuestra fe nos impulsa a creer que podemos lograr mucho más de lo que imaginamos.
"Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". (Mateo 18:20)
Esperamos lograr más, generar impacto y transformar vidas. En un mundo que clama por esperanza, debemos creer en un presente y un futuro más brillantes. Actuemos ahora para hacer una diferencia duradera para las generaciones presentes y futuras.
"Pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas; correrán y no se cansarán, caminarán y no desfallecerán". (Isaías 40:31)
Es imposible amar a Dios sin amar a los demás. En Ebenezer, creemos firmemente en el mandamiento de amarnos los unos a los otros, tal como lo enseña Juan 13:34. Para cumplir con lo que Dios ha depositado en nuestros corazones, el amor es esencial. Queremos que Ebenezer For The Nations sea un lugar donde las sonrisas, los abrazos y el afecto se compartan desde un amor genuino.
"El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor". (1 Juan 4:8)
En Ebenezer, creemos que la mejor manera de demostrar amor es a través del servicio. Como dice el refrán: "las acciones hablan más que las palabras", y nos esforzamos por generar un impacto real cada día. Reflejamos quiénes somos sirviendo a los demás cara a cara, estando presentes en el campo misionero: trabajando, dando, sirviendo y orando por quienes más lo necesitan.
"Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis". (Mateo 25:40)
Ebenezer Para Las Naciones es una fundación de base cristiana que cree que debemos esforzarnos por ser como Jesús, quien en su infinita bondad nunca dejó a ningún estómago o corazón sin comida.
Ebenezer Para Las Naciones es una organización sin ánimo de lucro 501(c)(3).
Las contribuciones son deducibles de impuestos según la Sección 501(c)(3) del Código de Rentas Internas.
Número de identificación fiscal: #85-2229490